El (des)amor por la patria: «Escocia» de Alastair Reid y «Un hombre en Assynt» de Norman MacCaig

Versiones y comentarios de Alejandro Bajarlia


Alastair Reid (1926-2014)

Escocia

Fue un día peculiar para esta parte del planeta,
cuando las alondras se alzaron en largas y finas hileras de canto
y el aire se desplazaba con el brillo de verdaderos ángeles.
El verdor penetraba el cuerpo. Los pastizales
se estremecían con presencias, y la luz del sol
se suspendía como un halo sobre el cabello, el brezo y las colinas.
Al caminar hacia el pueblo vi, portando una radiante gabardina,
a la mujer de la pescadería. “¡Vaya día!”,
grité, como un loco insolado.
¿Y qué dijo ella al respecto?
Su ceño se ensombreció, sus antepasados rabiaron en sus tumbas
mientras ella hablaba con sus tristezas ancestrales:
“¡Pagaremos por ello, pagaremos por ello, pagaremos por ello!”.

§

Scotland•

It was a day peculiar to this piece of the planet,
when larks rose on long thin strings of singing
and the air shifted with the shimmer of actual angels.
Greenness entered the body. The grasses
shivered with presences, and sunlight
stayed like a halo on hair and heather and hills.
Walking into town, I saw, in a radiant raincoat,
the woman from the fish-shop. ‘What a day it is!’
cried I, like a sunstruck madman.
And what did she have to say for it?
Her brow grew bleak, her ancestors raged in their graves
as she spoke with their ancient misery:
‘We’ll pay for it, we’ll pay for it, we’ll pay for it!’


Norman MacCaig (1910-1996)

Un hombre en Assynt

(Fragmento)

Los glaciares, el opresivo Occidente, abrieron
estos valles, raspando la parda arenisca,
y dejaron, sobre la sólida roca inferior —
el sinuoso promontorio —
este fresco de montañas, retocadas
sobre el aire azul —
Stac Polly,
Cul Beag, Cul Mor, Suilven,
Canisp —
un fresco y
una letanía.

¿Quién posee esta tierra?
¿Tiene la propiedad algo que ver con el amor?
Porque ella y yo tenemos un romance, casi tan humano
que incluso reñimos. —
Cuando irrumpo con demasiada confianza
me repele con una bofetada de viento
o pone en mi camino
un pantano agitado o un lago
donde no debería haber ninguno. O me alejo
impasiblemente, rehusándome a observar
el carmín de las rocas, el rímel
bajo la saliente que gotea, incluso
los inquietos pliegues de roca que aguardan.

No puedo pretender
que sufre por mí en mi ausencia,
aunque yo
sufro por ella. Sin embargo, la amo
con especial gratitud, ya que
no me envía cartas, jamás está
celosa y, sin esperar nada
de mí, nada consigue más que
paquetes de cigarrillos y huellas.

¿Quién posee esta tierra?
¿El millonario que la compró o
el cazador que por la mañana se tambalea colina abajo
con un ciervo sobre sus espaldas?

¿Quién posee esta tierra?
¿El hombre que la compró o
yo que estoy poseído por ella?

Vanas preguntas, pues
esta tierra
no tiene amo
y no trata en términos
humanos.
Sólo es dócil con el clima
y sus infatigables tenientes:
el viento, el agua y el frío.
El viento afila las altas cumbres
y contiene a los plateados abedules y a los alisos.
La lluvia que cae se encuentra con
el brote de los manantiales:
confluyen y arrastran hasta el Minch
toneladas de barro amargo, trasquilando
el huesudo cráneo de Cul Mor. El frío
encaja su mano en las grietas y, apretando su puño,
desgaja las placas de arenisca,
la armadura de Suilven; sangra
historias que descienden por vertientes y derrubios,
que huelen a pólvora.

§

A Man In Assynt•

(Extract)

Glaciers, grinding West, gouged out
these valleys, rasping the brown sandstone,
and left, on the hard rock below –
the ruffled foreland –
this frieze of mountains, filed
on the blue air –
Stac Polly,
Cul Beag, Cul Mor, Suilven,
Canisp –
a frieze and
a litany.

Who owns this landscape?
Has owning anything to do with love?
For it and I have a love-affair, so nearly human
we even have quarrels. –
When I intrude too confidently
it rebuffs me with a wind like a hand
or puts in my way
a quaking bog or loch
where no loch should be. Or I turn stonily
away, refusing to notice
the rouged rocks, the mascara
under a dripping ledge, even
the tossed, the stony limbs waiting.

I can’t pretend
it gets sick for me in my absence,
though I get
sick for it. Yet I love it
with special gratitude, since
it sends me no letters, is never
jealous and, expecting nothing
from me, gets nothing but
cigarette packets and footprints.

Who owns this landscape? –
The millionaire who bought it or
the poacher staggering downhill in the early morning
with a deer on his back?

Who possesses this landscape? –
The man who bought it or
I who am possessed by it?

False questions, for
this landscape is
masterless
and intractable in any terms
that are human.
It is docile only to the weather
and its indefatigable lieutenants –
wind, water and frost.
The wind whets the high ridges
and stunts silver birches and alders.
Rain falling down meets
springs gushing up –
they gather and carry down to the Minch
tons of sour soil, making bald
the bony scalp of Cul Mor. And frost
thrusts his hand in cracks and, clenching his fist,
bursts open the sandstone plates,
the armour of Suilven;
he bleeds stories down chutes and screes,
smelling of gun powder.


En su ensayo “‘Alta traición’, palabra en el tiempo”, José Emilio Pacheco cita el siguiente pasaje de una carta a él remitida por José Carlos Becerra: “Y una sola e ínfima objeción. No me gusta “Alta traición”. Es un poema demagogo, comienza con una frase lapidaria y luego resulta, según la enumeración, q. amas más cosas de tu patria de las q. hubiéramos supuesto”. No está demás transcribir el poema de Pacheco para disentir de la objeción de Becerra:

No amo mi patria.
Su fulgor abstracto
es inasible.
Pero (aunque suene mal)
daría la vida
por diez lugares suyos,
cierta gente,
puertos, bosques de pinos,
fortalezas,
una ciudad deshecha,
gris, monstruosa,
varias figuras de su historia,
montañas
(y tres o cuatro ríos).

“No amo a mi patria” es desde luego una frase lapidaria, contundente, de una firmeza tal que sobre ella cimienta Pacheco su poema, como si buscara un punto de equilibrio para contraponer la siguiente declaración, que no es menos categórica: “Pero (aunque suene mal) / daría la vida…”. Estos versos marcan una franca oposición con la frase inicial y, a su vez, introducen la enumeración que despliega el sentido del poema: esa compleja sensación de amor y desamor, de nostalgia y desencanto, por la patria. Aquello que para Becerra es demagogia, para Pacheco es la desnuda expresión de un sentimiento intrínsecamente paradójico que quizá sólo es posible definir mediante la ironía, implícita en el título, y los contrastes.

En ese mismo ensayo Pacheco refiere que tiempo después de haber escrito “Alta traición” descubrió un poema que mejor expresó lo que él intentó decir: “Ensayo de cántico en el templo”, de Salvador Espriú. En palabras del escritor mexicano: “Me apropié [del poema] con la ayuda de Ramón Xirau y de un diccionario catalán-castellano”. Aquí su traducción:

Harto estoy de mi vieja tierra,
de mi país cobarde y salvaje.
Cómo quisiera ir hacia el norte.
Allí me dicen que la gente es limpia,
noble, culta, feliz, rica, despierta.
En la congregación
me desaprobarían mis hermanos.
“Como ave que deja el nido
es el hombre que parte de su lugar”.
Y yo, a lo lejos, cómo iba a reírme
de la ley y la antigua sabiduría
de este mi pueblo yermo.
Pero no cumpliré nunca mi sueño
y aquí voy a quedarme hasta la muerte.
Pues yo también soy cobarde y salvaje
y amo con un desesperante dolor
mi patria pobre, sucia y desdichada.

Pacheco incluyó esta versión en su libro Islas a la deriva (1976) toda vez que el poema de Espriú le demostró que

la poesía sucede cuando otro encuentra las palabras justas para nombrar lo que pensamos y sentimos”.

A saber, Espriú, que nació en Girona, “nunca estuvo en México ni vivió entre nosotros los horrores que hoy padecemos”, y sin embargo su poema halla una nítida correspondencia con el de Pacheco.

“Alta traición” ejerció una influencia semejante en una geografía diversa: en Escocia, específicamente en la obra de Alastair Reid, quien tradujo el poema de esta manera:

I do not love my country. Its abstract lustre
is beyond my grasp.
But (although it sounds bad) I would give my life
for ten places in it, for certain people,
seaports, pinewoods, fortresses,
a run-down city, gray, grotesque,
various figures from its history,
mountains
(and three or four rivers).

Nacido en Whithorn, en 1926, Reid abandonó su patria a principios de los años cincuenta para ir a vivir a Nueva York, donde alternaba el oficio de la poesía con la docencia. En Reid_Alastair1953 viajó a Mallorca sin otro propósito más que el de vacacionar, pero su visita comenzó a prolongarse tras conocer al poeta inglés Robert Graves, quien llevaba largo tiempo viviendo en Deià. Reid finalmente decidió afincarse en ese lugar, una estancia jamás planeada que terminó por marcar su vida y su obra. Porque Graves consiguió transmitirle su entusiasmo por la traducción, mientras que el propio Reid se encargó de aprender el español y de conocer la literatura hispanoamericana. Tan profundo fue su interés que por más de una década dejó a un lado su propia obra para traducir la poesía de autores como Jorge Luis Borges, Pablo Neruda, Heberto Padilla, Eugenio Montejo o José Emilio Pacheco.

A decir del poeta escocés:

Me sentí alterado por [el idioma]. Internarse en una lengua es asumir mucho más que un vocabulario y una actitud; es asumir toda una forma implícita de ser”.

Esta postura es sin duda semejante al acto de apropiación que Pacheco llevó a cabo con el poema de Espriú. Son ambas acciones que se derivan de afinidades que se descubren en el ejercicio de la lectura, de una profunda identidad con lo escrito en el texto, de un reconocimiento que trasciende épocas y latitudes y nos vincula con el lenguaje, las sensaciones y las reflexiones del autor. Si “la poesía sucede cuando otro encuentra las palabras justas para nombrar lo que pensamos y sentimos”, parece inevitable asumir el significado de esas palabras, apropiarse de ellas, trasladarlas a nuestra lengua. Sin embargo, para Pacheco, para Reid, la traducción no se consuma en la mudanza lingüística, sino en la recreación del texto original, o bien, en la creación de un nuevo texto a partir del original. Pacheco no sólo traduce “Ensayo de cántico en el templo”, sino que se apropia de él al incluirlo en uno de sus libros; Reid no sólo traduce “Alta traición”, sino que asume los sentimientos y pensamientos allí expresados para luego escribir “Scotland”.

Este poema pone en relieve la visión que Reid tiene de su patria, una mirada peculiar, no exenta de pesimismo, sin duda influida por “Alta traición”. Porque la sustancia de “Scotland” está contenida también en sus contrastes, que se proyectan en el fulgor del cielo y la oscuridad de las tumbas, en la evocación de ángeles y muertos, en la descripción de la naturaleza y la mención de un pueblo. La tensión entre estos elementos se aprecia al seguir el recorrido que traza el poema, y se agudiza con la ominosa predicción de la mujer, que ensombrece el esplendor del paisaje al expresar la furia y la tristeza de sus ancestros. “¡Pagaremos por ello!”, se lee en la última línea del poema, tan elusiva que exige al lector una interpretación.

Una lectura posible a “Scotland” se encuentra en uno de los poemas más conocidos de Norman MacCaig: “A Man in Assynt” Norman MacCaig. Aunque MacCaig pasó su infancia y buena parte de su vida adulta en Edimburgo, jamás dejó de visitar Assynt, la región montañosa del noroeste de Escocia donde nació su madre y donde solía pasar las vacaciones de verano. En su obra abundan los versos inspirados en ambos lugares, que de hecho convergen en el poema titulado, precisamente, «Assynt and Edinburgh». Ahí, el poeta escribe:

A dos lugares pertenezco como si en ambos / hubiera nacido”.

Tal disyuntiva interviene en la composición de “A Man in Assynt”, porque la perspectiva del autor es la del citadino que observa el paisaje con perplejidad y fascinación, con una profunda nostalgia y un sentimiento de amor que la naturaleza jamás habrá de corresponder. En este sentido, el poema comporta un intento por vincularse con ella, por llevar a cabo, como quería Rilke, esa metamorfosis que convierte al mundo en ser. De ahí que MacCaig confiera rasgos femeninos a una tierra que, sin embargo, “Sólo es dócil con el clima / y sus infatigables tenientes: / el viento, el agua y el frío”. En este punto se advierte un viraje en el registro del poema, con el cual los elementos y procesos naturales adquieren una dimensión mítica y aparecen como protectores de una región ancestral que se muestra distante a la presencia de los hombres, por completo ajena al afán de dominio y la avidez de posesión.

“¿Quién posee esta tierra?”, la pregunta reverbera a lo largo de “A Man in Assynt” y encuentra una respuesta en la última línea de “Scotland”, donde Reid da voz a la ira de los muertos, aquellos ancestros exiliados de una región por mucho tiempo oprimida, explotada y, a final de cuentas, abandonada. Al igual que Reid —y con él Pacheco y Espriú—, MacCaig revela las tensiones que se libran en su interior al reflexionar sobre la patria. Sin embargo, con talante menos pesimista, busca conciliar sus emociones en una escritura donde el ingenio y el humor conviven con la agudeza intelectual, con una mirada crítica que cuestiona la codicia humana, sin por ello soslayar su asombro ante la naturaleza ni su amor por el paisaje, mucho menos la certeza de que la «tierra no tiene amo y no trata en términos humanos”.

A manera de apostilla:

La casa parroquial de Whithorn

Alastair Reid

Para mí era como el Edén,
aquel jardín perdido, cercado,
al otro lado del verde límite
del priorato y el pueblo;
y, más allá, la casa,
apartada, blanca,
una ventana iluminada.

Al regresar, me pregunté,
con indolencia, con inquietud,
¿qué ojos miran ahora desde dentro
hacia afuera, no adentro,
como alguna vez lo hicieron los míos,
y qué podría concederme
el derecho a entrar?

¿Nunca muere, entonces,
la necesidad de un Edén?

Aun esta noche,
distanciado por la edad,
miro esa luz con insistencia,
con la codicia de un niño,
nostálgicamente reclamando
las prerrogativas perdidas
del regreso a casa.

§

Whithorn Manse

I knew it as Eden,
that lost walled garden,
past the green edge
of priory and village;
and, beyond it, the house,
withdrawn, white,
one window alight.

Returning, I wonder,
idly, uneasily,
what eyes from inside
look out now, not in,
as once mine did,
and what might grant me,
a right of entry?

Is it never dead, then,
that need of an Eden?

Even this evening,
estranged by age,
I ogle that light
with a child’s greed,
wistfully claiming
lost prerogatives
of homecoming.


Assynt y Edimburgo

Norman MacCaig

Desde el rincón de Escocia que conozco tan bien
veo Edimburgo extendiéndose como siete gatos
sobre sus siete colinas junto al estuario de Forth.

Y cuando estoy en Edimburgo camino
entre las montañas y los lagos de ese rincón
que a través del Minch mira hacia las Hébridas.

A dos lugares pertenezco como si en ambos
hubiera nacido.

Ellos hacen de cada día un cumpleaños,
y me dan regalos envueltos con listones de memoria.
Yo los atesoro, codicioso como un avaro.

§

Assynt and Edinburgh

From the corner of Scotland I know so well
I see Edinburgh sprawling like seven cats
on its seven hills beside the Firth of Forth.

And when I’m in Edinburgh I walk
amongst the mountains and lochs of that corner
that looks across the Minch to the Hebrides.

Two places I belong to as though I was born
in both of them.

They make every day a birthday,
giving me gifts wrapped in the ribbons of memory.
I store them away, greedy as a miser.

Sunrise Valley

José Emilio Pacheco y Juan Gelmán leyendo «Alta traición»

Un film en memoria de Alastair Reid

Norman MacCaig leyendo «A Man in Assynt» (poema completo)

•Alastair Reid, Inside Out – Selected Poetry and Translations. Edinburgh: Polygon, 2008.

•Norman MacCaig, The Poems of Norman MacCaig. Edinburgh: Polygon, 2005.

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